Pandemia, paciencia, presencia

Escribo estas líneas cuando las nieves que parecía que no se iban a retirar nunca se diluyeron hace tiempo. Ahora sopla el viento y la tierra sigue empapada, esponjosa, rezumando agua y lodo sobre el que crecerá la semilla fértil.

Acabamos de atravesar el pico de la pandemia —uno de ellos, al menos— después de un año en una situación que parece más el argumento de una película de serie B que una opción real en la apacible, y, por comparación casi soporífera, vida previa.

Desde la perspectiva de mindfulness, la práctica formal no es más que un entrenamiento para salir a la vida con más herramientas, un gimnasio en el que hacer acopio de fuerza para después escalar, cada uno de nosotros, nuestro Everest particular. Y el Everest, por supuesto, ese terreno en el que todos nos batimos el cobre, es también terreno de aprendizaje. Desde esa perspectiva, ¿qué enseñanzas alberga una etapa como esta, tan anómala en la historia reciente de la humanidad?

Lo primero, la paciencia

Pero no paciencia como una suerte de lamento o resignación. No, ese tipo de paciencia olvídala, ¿te aportaría algo acaso? Podemos cultivar la paciencia como una fortaleza del carácter, como una virtud si prefieres. Una capacidad de observar el flujo cambiante de la experiencia y saber que, por mucho que este instante parezca sólido e inamovible como un muro de roca, en realidad es fluido y transparente como el viento que nos atraviesa. Y podemos sentarnos y esperar (y quizá sembrar, tranquilamente, las semillas que florecerán más adelante, cuando las circunstancias sean propicias).

Sé lo que estarás pensando —o, mejor dicho, lo imagino—. Si no puedo parar de correr, mi vida es muy ocupada, mi trabajo muy exigente, y además otras personas dependen de mí… Y todo esto es cierto, ¡bien que lo sé! Contamos con muchos privilegios con respecto a nuestros antecesores, no lo vamos a negar. Y, a la vez, vivimos en la cultura de la prisa. Viene todo en el mismo paquete. ¿Cómo cultivar la paciencia en tiempos de exigencias infinitas y urgencias autoinfligidas?

Desde luego la práctica formal de mindfulness es de gran ayuda. Es muy difícil “parar” cuando la inercia es tremenda, como un tren de mercancías que marcha a toda velocidad. Hace falta un “freno” de cierta intensidad. Pero también hay algo que puedes hacer en tu día a día para cultivar esta fortaleza, y que quería compartir contigo:

Cuando te des cuenta de que vas “lanzado”, prueba a hacer aquello que tenías entre manos un poco más despacio. Tan sólo un poco. Lentamente, se irá suavizando esa tendencia

Podemos verlo como una práctica informal o, si lo prefieres, como el simple cultivo de una capacidad humana en la vida cotidiana. Se trata de una propuesta que hace el neuropsicólogo Rick Hanson y que se podría resumir en: si quieres “instalar” un recurso positivo en tu cerebro, primero “ten la experiencia” y luego “disfrútala”. Es decir, saboréala, llévala al cuerpo, paladéala e investiga cómo se expresa. ¿Cómo es, para ti, hacer algo tan sólo un poco más despacio?

Y después, presencia y aprecio

Creo que la pandemia también es una buena ocasión para practicar la presencia. Mucho se ha hablado de lo que esta pandemia ha enseñado o ha dejado de enseñar. Personalmente, creo que ha enseñado a quien ha querido aprender y, además, ha tenido las circunstancias adecuadas. En cuanto a dinámicas sociales, es normal que conviva el nacimiento de lo nuevo con los últimos coletazos de sistemas caducos que se resisten a desaparecer. Y todos ellos se acumulan, en fin, se superponen, como los organismos vivos y evolucionados de los que proceden.

En cualquier caso, una enseñanza clara ha sido el valor de la presencia y la consciencia de la importancia de eso que ya tenemos: personas, espacios, momentos de autocuidado. Todo eso sencillo que ya está aquí. Creo que la pandemia ha multiplicado las ocasiones para salir de la inercia de querer más, querer distinto, y asentarnos en eso que ya tenemos al alcance de la mano, en sentido literal, y que entra a través de nuestros sentidos, nos empapa y nos construye, en ese proceso en continuo cambio que somos, más allá de fotos fijas y acartonadas que ya no reflejan la realidad.

¿Cómo practicar la presencia y, desde ella, el aprecio? Quizá simplemente saboreando eso que ya está aquí, lo que configura tu día a día, y que la pandemia te ha enseñado que es importante

Tocarlo con tus sentidos y permanecer unos momentos en la experiencia, disfrutando de aquello que era normal y que es posible que estos tiempos anómalos te hayan enseñado a valorar, a apreciar, a darle la importancia que realmente tiene para ti.

Es posible que en esos segundos de aprecio y disfrute radique toda la diferencia.

Como sabes, hay muchas enseñanzas en esta pandemia
¿Y tú, cuál de ellas destacarías?

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