Reducir el estrés y la ansiedad puede parecer “misión imposible”, especialmente cuando estamos sobrecargados por tareas y exigencias laborales, familiares y personales que nos llevan a convivir con esa sensación cotidiana de que, hagamos lo que hagamos, no podemos llegar a todo.
Cuando el estrés deriva en ansiedad quizá sintamos inquietud intensa, preocupación continua, momentos de temor y hasta de pánico. El estrés, por su parte, nos puede conducir a la irritabilidad, la sensación de soledad y a una vivencia de infelicidad y vacío que nos hagan pensar que, en el fondo, no vivimos la vida que queremos vivir.
La paradoja es que, si bien nadie cuestiona la necesidad de gestionar de manera acertada los asuntos del día a día, el estrés y la ansiedad son, en buena medida, experiencias internas que podemos aliviar también “desde dentro”, a través de una buena regulación del sistema mente-cuerpo.
Mindfulness se suele definir como el acto de “llevar la atención al momento presente, de manera sostenida en el tiempo, con apertura y sin juicios”. ¿Cómo puedes utilizar este ejercicio para reducir el estrés y la ansiedad?
Dedica un tiempo cada día para realizar unos minutos de práctica formal de atención plena
En cierto modo, la práctica formal constituye el “momento gimnasio”. Se trata de reservar un tiempo y un espacio adecuados para entrenar ciertas cualidades que queremos cultivar: por ejemplo la calma, la disminución de la reactividad, la capacidad de sostener lo difícil o la de disfrutar los pequeños o grandes placeres de la vida .
Si bien las prácticas se suelen centrar en ciertos aspectos de “prestar atención a aquello que sucede ahora”, lo cierto es que, en un sentido amplio, mindfulness se ha convertido en un término “paraguas” bajo el cual se engloban distintos tipos de práctica meditativa.
¿Cuánto tiempo necesitas practicar cada día para notar sus efectos? La investigación más robusta que se ha llevado a cabo hasta la fecha se ha realizado con personas que hacían una práctica diaria de unos 40 minutos.
Sin embargo, con el cuidado de la mente pasa exactamente lo mismo que con el del cuerpo: cuanto más entrenemos, más beneficios notaremos y, a la vez, cualquier actividad será mucho mejor que ninguna en absoluto, así que mi propuesta es: ¡haz lo que puedas! 5-10 minutos diarios es mucho mejor que nada, y, sobre todo, es una buena forma de empezar.
Mueve el cuerpo… y mejor, de manera consciente
El ejercicio físico —sobre todo el aeróbico— es una excelente manera de liberar el estrés, gracias a la regulación de hormonas como el cortisol y las endorfinas y a que, además, facilita el descanso nocturno.
Por otro lado, las emociones se acumulan en el cuerpo en forma de tensión muscular. Los estiramientos suaves facilitan la distensión y, por tanto, contribuyen a la liberación emocional, de forma más o menos intensa en función del tipo de ejercicio. Sí, además, el movimiento es consciente, poco a poco se irá construyendo un hábito de relajación muscular en el día a día que nos permitirá actuar con menos esfuerzo y diluir la coraza muscular que conforma una corporalidad ahogada por las contracturas.
Prioriza el autocuidado
Cuando la vida nos pide estar al 110% por cien, tratamos de alcanzar los estándares que sentimos que se nos exigen, y es normal: parece que es realmente importante e incluso llegamos a experimentar las demandas externas como vitales para nuestra supervivencia.
Sin embargo, un estado saludable de cuerpo y mente es la base de la buena marcha tanto de nuestra vida laboral como de la familiar y personal. Aunque es fácil ver el dedicarse un tiempo para uno mismo como una acción “egoísta”, lo cierto es que las personas que nos rodean lo agradecerán. Seremos más efectivos y, además, contribuiremos también al bienestar de nuestro entorno: las neuronas espejo se ocuparán de que nuestro estado de ánimo se extienda hacia los demás.
Reducir el estrés y la ansiedad con mindfulness… de forma sencilla
Y claro, pensarás: “Todo esto se dice fácil”. Sin embargo la realidad, ya sabemos, a veces es tozuda y nuestras buenas intenciones no son sencillas de implementar. ¿Cómo podemos realizar un cambio de hábitos de forma que sea sostenible en el tiempo y que, además, no suponga un gran esfuerzo? ¿Cómo podemos, en suma, facilitar este proceso?
Respuesta corta: busca una comunidad, un grupo con el que practicar. Cualquier acción que llevamos a cabo rodeados de otras personas se hace más sencilla, más orgánica, nos sentimos apoyados y nos retroalimentamos unos a otros. Compartimos aprendizajes, retos y descubrimientos. Se hace más divertido y, simplemente, nos “apetece” ver a esas personas y seguir practicando, con lo que el círculo virtuoso se retroalimenta.
En resumen: busca un grupo. Pásalo bien mientras practicas. Como dice el neuropsicólogo Rick Hanson, “hazlo, y disfrútalo”.
Poco a poco, será cada vez más natural y hasta “te lo pedirá el cuerpo”. Habrá pasado a ser, para ti, una forma de vida. Y, claro está, no se trata de que a partir de ahora no vaya a haber problemas en tu vida, pero sí de que tengas los recursos necesarios para afrontar la dificultad. ¿Acaso hay algo más importante?
Hola Lorena, me gusta que me recuerdes que necesitamos centrarnos en el momento presente, yo sigo practicando algunos ejercicios que nos enseñaste cuando viniste a Valencia y sinceramente me van muy bien, tu taller ha sido el que más me ha gustado de todos los que hemos hecho en Sanitas Más Camareba.
Un saludo
Yolanda, me alegro mucho de que te fuera útil entonces y más aún de que sigas practicando 🙂 Es un gran placer ver que esas semillas que plantamos entre todos han germinado y siguen dando frutos. ¡Muchas gracias por decirme!